La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra, ulterior o posterior, menos por el texto que por la manera de ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual -ésta, por ejemplo- como la leerán el año 200, yo sabría cómo será la literatura del año 2000. La concepción de la literatura como juego formal conduce, en el mejor de los casos, al buen trabajo del período y de la estrofa, a un decoro artesano (Johnson, Renan, Flaubert), y en el peor a las incomodidas de una obra hecha de sorpresas dictadas por la vanidad y el azar (Gracián, Herrera y Reissig).
"Nota sobre (hacia) Bernard Shaw", en Otras Inquisiciones.
La flecha del tiempo
Hace 4 meses
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