domingo, 4 de julio de 2010

Otro Borges, otra ciudad



Serrano, Bulnes, Quintana, Pueyrredon, México, Garay, Plaza San Martín, Cafe Tortoni, Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga...Todos estos lugares siempre son nombrados cuando se quiere hacer referencia a la relación partícular entre Borges y Buenos Aires. Contados ensayos refieren y mezclan en todos esos datos los lugares nombrados en la ficción junto con los lugares que el mismo J.L.B visitaba durante su vida en la ciudad. Sin embargo, a medida que leo y releo los lugares que se nombran esta esa particularidad que se repite en la gran mayoría de los textos. La mezcla entre su obra y su vida. Como si los Borges que aparecieran fueran el mismo.
El objetivo de esta entrada es la de tomar a cuatro textos que hagan referencia a Borges y a Buenos Aires. El corpus estará compuesto por "Borges y Buenos Aires" de Rolando Costa Pizano, publicado en el número 5 de Prisma en el año de 2008; "Buenos Aires por los caminos de Borges" de Martín Zubieta publicado en el sitio La Ventana en mayo de 2002; "La entraña de mi alma" de Pablo de Santis, publicado en la revista Viva en febrero de este año 2010 y "El Buenos Aires que Borges amó" de María Esther Vázquez del 10 de junio de 2006 en la revista de cultura Ñ.
Vayamos uno a uno:
Costa Pizano, tomando acaso aquel precepto de James Joyce en donde decía que todas las obras de un escritor forman parte de una misma obra integradora, reduce todos esos lugares que Borges ha nombrado o escrito o andado como parte de una misma obra. Piensa que la escencia borgeana que encontramos en los grandes poemas que escribiera en la vejez tiene sus primeras apariciones en "Fervor de Buenos Aires", es decir en el primer libro que escribiera. Quizas aca no es importante lo que Pizano detalla en el ensayo referido pues hace una disección de versos o de líneas escritas que muestran un Borges maduro en sus primeros textos (cosa que pongo en duda)pero lo que destaco es ese uso de lugares reales y de lugares usados para la ficción como parte de una obra y no de una vida. Mezclar los tantos es entender mal ese uso de la ciudad en los libros de Borges. No hay una diferenciación entre una y otra, cosa que creo necesario difierenciar no solo en él sino también en el respetadísimo escritor Pablo de Santis.
En su texto habla de dos ciudades alternadas de Borges: Una, "la de amores contrariados (las esperas en esquinas y confiterías de un Borges siempre enamorado)" y otra, "la ciudad de las caminatas y la amistad." Habla de la vindicación que Borges le ha dado a Palermo toda la vida. Cito: "A Borges se lo celebra sobre todo en Palermo, donde Serrano usurpa, por algunas cuadras, su nombre. Hay varias razones para esta insistencia: allé vivió su familia a partir de 1901, en Serrano 2135; y él mismo enumeró las calles de su manzana en un poema famoso y le cantó a los compadritos que abundaban en las orillas del arroyo Maldonado (que hoy corre secreto, bajo la avenida Juan B. Justo)". En esta cita esta parte de esa escencia porteña que de Santis cree encontrar en la obra y en la vida de Borges. Cuestión que nadie duda ni cuestiona pero que a mi parecer no se debe mezclar. Sigue nombrando y mezclando lugares llegando a usar a veces ejercicios estilísticos al estilo de Borges (ejercicio que no se si habré copiado involuntariamente en este blog en algún momento): "Otros sitios que aparecen en su vida y en su obra: el zoológico de Palermo, donde conoció a los repetidos tigres; la confitería La Perla del Once, donde se reunía con Macedonio Fernández, y donde planearon una novela colectiva e infinita; la Recoleta, que representaba la pudorosa muerte criolla frente a la muerte gringa, que era la Chcarita (...); la Plaza San Martín, tan cerca de su departamento de la calle Maipú, donde vivió más de cuarenta años junto a su madre, Leonor Acevedo. Hasta allí llegaban (recuerda María Esther Vázquez) las campanadas de la Torre de los Ingleses (hoy Torre Monumental, joya de plaza Fuerza Aérea Argentina) que agobiaban su insomnio". El recurso de la letanía larga, el uso de palabras típicas del acento de Borges (repetidos tigres, insomnio, numerosas, infatigable...)ven en de Santis como una especie de intermediario para dejar ilustrar la voz de nuestro escritor. Nuevamente creo que la empresa requerida (palabra borgeana, lo sé) ha sido infructuosa.
Martín Zubieta incurre en los mismos lugares comunes. Toma ese precioso soneto titulado "Buenos Aires, 1899" como ejemplo. Pero lo mas caracteristico (más alla de esos lugares comunes) de este texto es que dice que a Borges lo fascinó la vida del compadrito para luego armar una "mitología barrial" de "guapos,orilleros, esquinas y rincones(...)". Hay que recordar que cuando Borges llega nuevamente a Buenos Aires tras pasar parte de su adolescencia en la ciudad de Ginebra, venía de leer en Europa todas las mitologías nórdicas y anglosajonas. El símbolo del valor que encontró en Buenos Aires que se asemejaba al de esas mitologías eran justamente los compadritos o cuchilleros que miraba desde las balustradas de su casa en Palermo. Borges no mira a los cuchilleros con los ojos de asombro sino que los mira con ojos concretos de turista, o mejor dicho, con ojos de literatura. Por eso, esa temprana fascinación vislumbrada sobretodo en esos primeros libros que Borges quiso reeditar.
María Esther Vázquez, por ultimo y para decirlo en breves palabras, es la única que entiende la diferencia entre el Borges de la literatura y el Borges real. En su texto refiere varias anécdotas que vivió al lado de él en la ciudad. Salvo una mínima mención al "primer puente de Constitución" que reifere en "Mateo XXV, 30", el resto de la nota infiere en esa costumbre de J.L.B de hacer largas caminatas en la ciudad. Comienza con una referencia a esas calles que habla en esos primeros poemas, luego ensaya una breve historia del barrio de Palermo para luego adentrarse en los distintos lugares que acostumbraba Borges en diversas tareas como por ejemplo en la época en que realizaba las pegatinas para la revista-mural Prisma, hacia 1922. Dice Vázquez: "Empezaban por Santa Fe, frente a la Plaza San Martín, hasta Callao, y seguían pegando cada diez metros hacia el sur por Entre Ríosy, al llegar al México, doblaban a la izquierda y su viaje terminaba en el número 564, donde brillaba la chapa de bronce de la antigua Biblioteca Nacional, que treinta y tantos años después sería el reino laberíntico de Borges".
El texto se centra sobre todo en las largas caminatas que nuestro escritor ha realizado a lo largo de cuatro décadas. Este texto toma a la relación de Borges con Buenos Aires como la relación de un escritor con la ciudad que no deja de sorprenderlo. Esa continua sensación la tendría siempre. Sólo Vázquez de entre los autores escogidos toma a esta división entre vida y obra como algo especial.
Los lugares que se han nombrado al principio del texto se mezclan y generalmente ninguno de los lugares que se nombran en su vida aparecen en su obra, y viceversa, a excepción de la Biblioteca Nacional y en alguna medida la Plaza San Martín. La ciudad de Buenos Aires le ha dado las características especiales para poder dar rienda a su mitología de bravos y compadritos.
Respecto a este tema y la diferenciación de una ciudad de Borges y otra literaria, conviene citar las siguientes palabras que Borges dictó en una conferencia hecha en Madrid el 24 de abril de 1973: "Tengo opiniones políticas que he definido siempre; soy conservador, soy hombre de la revolución de 1955. No he sido nunca nacionalista, no soy antisemita, no soy comunista, no soy nazi, etc. Pero eso no tiene nada que ver con lo que yo escribo. Yo no aspiro a escribir fábula, ya que la fábula quiere enseñar algo a alguien. Yo mismo no estoy seguro de poder enseñar a nadie, ni siquiera a mí mismo.". En esta cita se hace una diferenciación clara entre él y su obra. ¿Por qué es factible pensar que la Buenos Aires que él ha caminado sea la misma de sus obras? Respecto a esto, refiero la siguiente cita aparecida en esa revista Ñ de donde saque las referencias al texto de María Esther Vázquez. El autor es Jorge Fondebrider. Dice: "Ramón Gómez de la Serna, después de leer "Fervor de Buenos Aires" se preguntó si ese Buenos Aires de Borges existía, pregunta que ya había sido contestada con Enrique Díaz Canedo cuando señaló que el Buenos Aires de Borges es suyo sólo". A propósito de otro libro de Borges, Leopoldo Marechal decía que con las calles, los patíos o las casas, había "fabricado un pequeño universo".
La obra de J.L.B. tiene en Buenos Aires ese espacio en el que se ha vivido, escrito, imaginado y depositado toda su obra. Y ahí radica el error de la mayoría de los ensayistas: creer que todo eso lo vivió una sola persona. Era otro Borges el de la ficción; es otra ciudad llamada Buenos Aires.
Inevitablemente esta confusión es el triunfo de la literatura por sobre la vida.