miércoles, 8 de agosto de 2012

Lugones



Cuando atacaba a otros escritores, siendo pendejo, Borges sabía donde meter el puñal...

Vaya otro ejemplo de adjetivación embustera: esta vez, de Lugones. Es el principio de uno de sus sonetos más celebrados:

La tarde, con ligera pincelada,
que iluminó la paz de nuestro asilo,
apuntó en su matiz crisoberilo
una sutil declaración morada. (*)

Estos epítetos demandan un esfuerzo de figuración cansador. Primero, Lugones nos estimula a imaginar un atardecer en un cielo cuya coloración sea precisamente la de los crisoberilos (yo no soy joyero y me voy), y después, una vez agenciado ese difícil cielo crisoberilo, tendremos que pasarle una pincelada lígera y sin apoyar para añadirle una decoración morada, una de las que son sutiles, no de las otras. Así no juego, como dicen los chiquilines. ¡Cuánto trabajo! Yo no lo realizaré, ni creeré nunca que Lugones lo realizó.

La adjetivación, en "El Tamaño de mi Esperanza"


(*) el poema se llama "Delectación amorosa"