lunes, 2 de febrero de 2009

Borges y el Aleph

Hemos vuelto después de casi tres meses a este blog que tan lindos momentos nos trae. El asunto de hoy es ni más ni menos que esa obra culmine (en tanto estilo, escritura, trama, etc.) de la literatura hispanoamericana de todos los tiempos que es "El Aleph". No es poco para nosotros tratar con este texto necesario de todos los tiempos. Su trama transcurre en la ciudad de Buenos Aires pero más que nada en el barrio de Constitución, lugar al que Borges ya había usado de escenario para otro cuento suyo "El Zahìr", y sobre el que hablamos anteriormente en otras entradas. Y todo empieza, misteriosamente en la obra borgeana, con una mujer. La muerte de una mujer: Beatriz Viterbo. Escribe Borges:
"La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se redujo un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios (...)".
Esa mujer da paso a la entrada de la vida de Carlos Argentino Daneri. Uno de los personajes más extraños y enigmáticos de toda la obra de Borges. Biografos y estudiosos de todo el siglo XX y XXI pugnan en saber quién es el ser escondido detrás de ese nombre. Algunos lo vinculan a una visión del ser argentino que Borges criticaba(solía decir que el argentino pugna más en parecer que en ser), otros a Pablo Neruda, poeta del que no guardaba las mejores opiniones, etc. Sin embargo, Daneri está inscripto en la obra, y en la obra dice que está intentando armar una vasta empresa que es "La Canción de la Tierra": un poema que busque abarcar todos los tiempos y todos los lugares posibles. Borges ve un poco ambicioso proyecto pero Daneri le dice que está armandolo. Pero una firma de abogados, quiere tirar abajo la musa que le permite vislumbrar ese poema: "la vieja casa inveterada de la calle Garay" que pertenecía a sus padres. En esa casa dice él, se encuentra el Aleph, uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos. Dice Borges que dice Daner:
"-Está en el sótano del comedor (...). Es mío, es mío: yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar. La escalera deñ sótano empinada, mis tíos me tenían prohíbido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph."
Borges duda del monólogo del amigo pero sin embargo accede a ingresar en ese sótano de la calle Garay, a bajar esa escalera vedada y empinada.
Los datos otorgados por Borges no permiten una dirección exacta del lugar, pero creemos afirmar (sobre todo por el final del cuento, cuando dice que aparece en las escaleras de Constitución) que el lugar se encuentra a breves cuadras de la Plaza Constitución.
El mapa satelital nos brinda una imagen del lugar.


Ver mapa más grande

Como dijimos, Borges accede a bajar el sótano y enfrentarse con ese mundo. Y cuenta lo siguiente:
"Cumplí con sus ridículos requisitos; al fin se fue. Crró cautelosamente la trampa; la oscuridad, pese a una hendija que después distimguí, pudo parecerme total. Subitamene comprendí mi peligro: me había dejado soterrar por un loco, luego de tomar un veneno. Las bravatas de Carlos transparentaban al íntimo terror de que no viera el prodigio; Carlos, para defender su delirio, para saber que no estaba loco, tenía que matarme. Sentí un confuso malestar, que traté de atirbuir a la rigidez, y no a la operación de un narcótico. Cerre los ojos, los abrí: Entonces vi el Aleph".
Creemos que Borges pudo ver algo así, según la visión de Narcisa Hirsch:



"-Tarumba habrás quedado de tanto curiosear donde no te llaman -dijo una voz aborrecida y jovial-. Aunque te devanes los sesos, no me pagarás un siglo esta revelación.¡Qué observatorio formidable, che Borges!"
Era Daneri, esperándolo sin matarlo a Borges.
Un Borges que ya no era él, un Daneri que no era él. Todo había cambiado. Todo había dejado de tener esas formas implacables de la rutinas. El mundo habíase transformado. Buenos Aires también lo había hecho:
"En la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedaría una sola capaz de sorprenderme, temí que no abandonara jamás la impresión de volver".
Sin embargo, así como todo cambia, todo vuelve.
"Felizmente, al cabo de unas noches de insomnio, me trabajó otra vez el olvido".

(Las citas de "El Aleph" pertenecen al libro homónimo, publicado en 1949)