Ultima entrega en homenaje a Ernesto Sabato.
Sabato: Sí, fui muy propenso al suicidio...sobre todo de muchacho.
Borges: Yo, hace tiempo, me había puesto un plazo. Me dije: Bueno, vamos a esperar sesenta días. Si mientras tanto no sucede nada y no cambia esta situación, voy a suicidarme. Y si sucede algo, mejor todavía. De todas maneras, el que va a suicidarse se siente un héroe, se siente fuerte.
S: Claro, va a liquidar el Universo. El suicida es egoísta y criminal. Se mata él por no matar a otro. Muchos que fracasaron terminaron matando a otros.
B: Yo inventé un sofisma: Estoy por ejemplo en un décimo piso, entonces yo me arrojo. En el momento en que caigo tengo que olvidarme de mi pasado, seguramente provocado por el vértigo de la caída. En ese momento no esfume mi siguiente recuerdo al momento en que he tomado la decisión con usted, pero yo no se si me he suicidado o no. Claro que seguramente que no,porque ahora estoy aquí (sonríen). Estábamos conversando con Macedonio Fernández, que explicaba que el alma es inmortal, mientras tocaban en la pieza de al lado una estúpidez que me parece que se llama La Cumparsita. Entonces le dije a Macedonio: ¿Qué te parece si nos suicidamos para librarnos de esa música tan pobre? (Sabato comienza a reírse con ganas, pero Borges, casi inmutable sigue narrando:) Y le conté esta anécdota a Xul Solar, que era muy escéptico, y me dijo, seriamente: Sí, pero no se suicidaron. Entonces le respondí, siguiendo la broma: No sé si nos suicidamos...No me acuerdo. Hay una historia que me contaron, parece que ocurrió en un café de la calle Bolívar, en el barrio de Monserrat. Allí iban todos malevos. En el mostrador estaba un individuo que decía que tenía una mujer que lo engañaba, que el estaba muy solo y que pensaba matarse. Otro que lo escuchaba, dijo: "Mirá, cuando uno hablá tanto de suicidio no lo hace. Suicidarse es mucho más fácil". Entonces sacó su revolver y se pegó un tiro. No sé si es cierto, pero piesno que el hombre del revolver tenía realmente que suicidarse.
S: Si no se mataba era una poseso. Desde el momento en que sacó su revolver sabía que no le quedaba otra alternativa que la muerte. A propósito, Borges, siempre pensé que a un celoso le quedan dos recursos y sólo dos: comprarse un revolver o ser Shakespeare.
(...)
B: Yo apruebo el suicidio.Mi padre postrado por una hemiplejia se negó a ingerir remedios y a alimentarse. Se dejó morir lentamente y creo que de esa manera se necesita más coraje. Mi abuelo se hizo matar en combate por razones políticas. Montó a caballo en primera línea, se puso un poncho blanco para hacerse más visible ante el enemigo y recibió una descarga. Fíjese que en su caso, mi abuelo uso por arma para matarse todo un ejército. Fue allá por 1874 en una pueblo de Buenos Aires, llamado 25 de Mayo.
(...)
S (enderezándose, volviendo): A propósito de lo que decía antes, sobre el temperamento criminal de los suicidas, supongo que usted habrá leído algo de Otto Weineger ¿no?
B: Sí, sí, lo conozco.
S: Fue un genio. Su obra esta llena de cosas fabulosas y de disparates. Se pegó un tiro a los veintidos años. En algunos fragmentos del diario y de algunas cartas he advertido cómo siempre lo obsesionaba la idea del asesinato. Aparentemente era un hombre muy puro, pero había en él, un sentimiento de culpa tan angustioso que hace pensar. Si no se mataba, tengo la certeza de que habría matado a otro...(se queda pensativo). El suicidio es condenable por varios motivos, y no es de extrañar que lo condenen todas las religiones superiores.
B: El budismo, no. El budismo busca precisamente en el Nirvana...
S: Pero el Nirvana no es el suicidio. Creo que el suicidio es un acto de egoísmo, que el que se mata no piensa o no siente el dolor que siempre, de una manera o de otra, puede producir a otros. O si lo pienso mejor es peor: es como una venganza.
B: Recuerdo el caso del escritor japonés que se hizo el harakiri delante de todo el mundo (Nota del blog: el escritor es Yukio Mishima, que se suicidó en 1970). Me pareció bien. Fue capaz de morir como el último Samurai.
S: Me parece demasiado espectacular para ser elogiable. Y también un acto de arrogancia. Le advierto, Borges, que no hablo por creerme mejor. Por el contrario, pensé en el suicidio muchas veces en mi vida.
B: Yo también. Hace setenta y cinco años que vengo suicidándome. Tengo más experiencia que usted, Sabato.
S (sonriendo): Con muy poca eficacia, por lo que se ve.
B: Sí, pero con mucha vocación, realmente.
Todas las citas extraídas pertenecen a Diálogos Borges-Sabato, compilados y editados por Orlando Barone en 1976 por Editorial Emecé.
R.I.P. Ernesto Sabato (1911-2011)
La flecha del tiempo
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