jueves, 16 de septiembre de 2010

El segundo Borges

Cuando Macedonio Fernández murió, Borges expresó ante su tumba palabras que expresaban el enorme respeto y cariño que sobre el profesaba. Lo llamó filósofo, novelista y poeta. En este caso no es prioritario acercarnos a esas palabras pero sí para la definición que da Borges de poeta. Dice: "Poeta es el hombre que ha aprendido las reglas de la métrica (o que las infringe, ostentosamente) y que sabe, también, que puede versificar su melancolía, pero no su envidia o su gula, aunque tales pasiones sean fundamentales en él". Estas palabras fueron dichas hacia 1952.

Hacia 24 años que nuestro poeta no publicaba un libro de versos. Y debimos esperar 8 años más para que en "El Hacedor" encontremos nuevos poemas. Y solo en 1964 Borges editó un nuevo libro enteramente de poesías: "El otro, el mismo". Sin embargo, en "El Hacedor" encontramos los rasgos de un nuevo Borges. Ya no veremos a ese joven y primigenio Borges que en sus composiciones buscaba darle a Buenos Aires el matiz de lugar que re-descubre y al que intenta justificar con una mitología partícular. Este es un Borges anciano y ciego que encuentra en la nostalgia una forma de cantarle a Buenos Aires, pero también una forma de reencontrarse con sí mismo.
El primer poema en donde encontramos esa nostalgia es "Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos" que al querer encontrar a Muraña vislumbra brevemente como era Palero, el Palermo que conoció.

Palermo era más bajo. El amarillo
Paredón de la cárcel dominaba
Arrabal y barrial. Por esa brava
Región anduvo el sórdido cuchillo
.
(Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos, El Hacedor, 1960)

Pero el primer poema clave de esta segunda y definitiva poesía de Borges respecto a la ciudad de Buenos Aires es uno breve llamado "Mil novecientos veintitantos", donde con melancólica litaratura relata esas observaciones que había anotado en la entrada anterior. La historia como justificativo de la creación de la mtología y la mitología de Palermo misma.

El universo, el trágico universo, no estaba aquí
Y fuerza era buscarlo en los ayeres;
Yo tramaba una humilde mitología de tapias y cuchillos

(Mil novecientos veintitantos, El Hacedor, 1960).

Aquí podemos encontrar un quiebre en la obra de Borges. La melancolía de la ciudad que no es, contemplada desde los ojos apagados del poeta ciego, hacen mas presente en su mente la carne de sus recuerdos. Los sitios todavía están allí, intactos. La ciudad pretérita, la ciudad que él ha conocido es la que pasea en las hojas de su poesía a lo largo de esos 25 años de segunda etapa poética. Decenas de poesías muestran esa nostalgia, ese vívido recuerdo. Como también algunos fragmentos de su prosa. En su libro de conferencias Siete Noches editado en 1978 Borges dice:

"Si yo pienso en Buenos Aires, pienso en el Buenos Aires que conocí cuando era chico: de casas bajas, de patios, de zaguanes, de aljibes con una tortuga, de ventanas de reja, y ese Buenos Aires antes era todo Buenos Aires. Ahora solo se conserva en el barrio Sur; de modo que sentí que volvía al barrio de mis mayores"

Fragmentado en versos dice lo mismo en su poema "La fama"

Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar,
Recordar el patio de tierra, el zaguán y el aljibe.

(La fama, La cifra, 1981)

La evocación de esa ciudad está presente en los poemas cargados de largas letanías. Asi podemos encontrar una veintena de imágenes en su poema "Buenos Aires" publicado en Elogio de la sombra; en otro poema titulado "Buenos Aires" pero de el libro La cifra; una decena en "La Recoleta", publicado en Atlas.
Ese Borges, posiblemente encontrando en el pasado su escencia, prefiere cantar aquello que ha sido, aquello que le pertenece. Eso que hace a su piel de autor.
Efectivamente, las palabras de aquel Borges que le hablaba a su amigo Macedonio, se las diría años después a sí mismo cuando en el fragor de su vejez y su ceguera, la ciudad que tanto amó también era parte de su pasado. El motivo del poeta fue hacerla perdurar.

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